La verdad es que soy mejor tratada.
Recuerdo que tenía 17 años, cuando aún estaba en mi secundaria, y habiendo sido becada por mis notas, mi queridísima abuela saltaba en una pata porque no tendría que abonar las cuotas del último año.
Recuerdo sentir que el pecho me explotaba de emociones, cada tarde que trabajaba en la oficina de secretaría, que era la labor a cambio de la beca ganada, Y fueron los primeros sentimientos de éxito laboral que estaba disfrutando en mi vida.
La sensación del buen trato de todos en esa oficina, siendo yo tan chica en edad y tamaño, era extraordinaria; el orgullo que sentía esa mujer, la cual me había criado desde niña, como si quisiera publicar el suceso en el diario La Capital, es algo que espero no olvidar jamás.
Así fue como comencé a valorar el recibimiento del buen trato.
Cuando te esforzabas y dabas lo mejor en lo que estabas haciendo. Casi siempre había un buen trato, y yo valoraba eso muchísimo más que cualquiera de mis compañeros, ya que primero había conocido los muy malos tratos desde comienzos de infancia, de la mano de mi madre a niveles exorbitantes.
Aunque no voy a entrar en detalles,
porque no es el fin de este post, hablar de violencia infantil,
sino centrarme en el buen trato y el cariño, que también se da en el sexo.
Es la forma en que me tratan las personas que valoran como los tratos, lo que me hace volver.
Los detalles que tienen conmigo en el transcurso de las vueltas esporádicas (a veces breves, a veces prolongadas), pesan más que la valoración laboral en cualquier otro rubro.
He conocido en cada cliente, que los extraños, muchas veces ayudan más que los conocidos; que la "gauchada" todavía existe, y que cuando al hombre le das lo mejor traducido en besos y caricias, ese hombre entrega una parte de su todo, que también es mucho, y es el buen trato.
Y a las niñas malheridas,
Esos momentos de pasión, buenas palabras y atenciones, nos llenan de valor y aprecio.
¡Gracias!
Pequeña Bianca
@pensamientosdebian
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